ENRIQUE HERNÁNDEZ D' JESÚS:
GRAN REGISTRADOR UNIVERSAL
“¿Y quién me lleva en sus viajes?
Me debe llevar el mismo Tigre”
Uno dice Catire con mayúscula y piensa en el poeta, fotógrafo, gastrónomo y editor Enrique Hernández D’Jesús. Uno dice “El tigre Invisible” y piensa en el Catire que suele sorprender a sus amigos no sólo por las innumerables rayas que va dejando a su paso secundadas por el desenfado, el ácido humor, cierta intemperancia que a veces irrumpe y “colmillea” en los momentos más insólitos y una ternura que suele pasar desapercibida sepultada bajo las anteriores características. Ternura que se deja colar en sus recetas escritas en clave de poesía.
Uno lee sus libros y observa que es un andino que anda por el mundo como si hubiese nacido en medio del caribe. Especialmente si sus libros primeros toman la familia como motivo central que burla burlando, la lleva como valija memoriosa e inspiradora: Muerto de risa (
Generosidad es otro término que le cabe a nuestro poeta y le conduce en su trabajo de editor de bellísimos libros, como Guayabo, de Gabriela Kizer, poeta cuya poesía merece ser más difundida. Oficio que no se limita a la impresión de libro, sino al hecho mismo de organizar, compilar, trastocar, transformar, cambiar e intervenir textos de tal manera, que de haberlo conocido la Kristeva lo habría raptado para sus clases de semiótica. Así sea uno de aquí (poesía), Monte Ávila Editores, 1976; Los últimos fabuladores (entrevistas y fotografías), Roma, 1977; Siamo Nello Bambole (poesía y fotografía), Il Fotograma, Roma, 1980; El circo (poesía y fotografía), 1986; Los poemas de Venus García (poesía y fotografía), 1988; Recurso del huésped (poesía), 1988; Tierra de Gracia Editores, 1989; La semejanza transfigurada (94 fotografías intervenidas por Vicente Gerbasi), 1996; La tentación de la carne, 1997. El Tigre Invisible (2005); Vestuario (2006).Ha obtenido diversos premios de literatura y de fotografía.
Gran Registrador Universal debería ser el título otorgado a quien ha llevado un registro sistemático de los rostros, miradas, gestos, distancias y cercanías de poetas, escritores, narradores y artistas venezolanos y extranjeros que nos visitan. Registro fotográfico intervenido por la escritura de los retratados, en una especie de maridaje entre palabra e imagen, poco común entre nosotros.
Registro que pareciera dejar de ser sistemático para volverse azariento, cuando se trata de desnudos femeninos, completos o desmembrados en botellas transparentes que siempre me han hecho asociarlas con la vieja tradición del Diablo Cojuelo, magos y gigantones que sirven a quien los libera del frasco. Aspecto que queda como divertimento del Catire, cuando uno sabe que tiene 480 rostros de poetas embotellados como un homenaje a la memoria de todos. Canto llevado a cabo por este ser curioso, grato, buen amigo, gourmet y excelente cocinero, que hace de cualquier copa levantada, una buena razón para festejar la palabra, la vida y la amistad.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home