Hacía días andaba con la extraña sensación de que me bordeaba la tristeza profunda pero sin atinar a saber el porqué. Desde niña sé de premoniciones aunque a veces intente no hacerles caso. El poema que copio a continuación, se llama Ultima Tormenta, es de Adam Zagayewsky y me lo envió una amiga mexicana para paliar el duelo por la muerte física de un familiar. Lo leí varias veces y no lo percibí como dirigido a mí. No me decía eso que creía María Baranda que me estaba diciendo a mí. Sentí, sin saber por qué, que debía colocarlo en la nevera, donde suelo colocar lo que me gusta pero que en este caso iba más allá, porque su contenido me perturbaba. En aquel momento no sabía que aludía a algo que todavía no había ocurrido pero que empezaba a percibir. Era otra clase de muerte. Lo comprendí la madrugada de aquel viernes, hace... tres semanas? cuatro? Ya no importa. Me desperté con una corta frase que aparentemente no tenía sentido pero que al encender la luz de la cocina me iluminó sobre el sentido del poema, pues comprendí que había estado "escuchando, escuchando, escuchando" en el sueño lo que en la vigilia me negaba a ver. Fue premonitorio:
"Alguien se va.
Alguien ha bebido silencio.
Sólo en agosto gritan las tormentas
como dementes en una ambulancia.
Las ramas nos golpean las mejillas.
Huelen hojas de alisios a aceite de heno, a sueño
Cabe escuchar, escuchar, escuchar,
Bajo el agua respiran manantiales cansados.
A las cuatro de la mañana
un solitario y último relámpago
con rapidez dibuja algo en el cielo.
Dice "No" o "Nunca".
O tal vez: "Valor, no se apagó el fuego"
"Alguien se va.
Alguien ha bebido silencio.
Sólo en agosto gritan las tormentas
como dementes en una ambulancia.
Las ramas nos golpean las mejillas.
Huelen hojas de alisios a aceite de heno, a sueño
Cabe escuchar, escuchar, escuchar,
Bajo el agua respiran manantiales cansados.
A las cuatro de la mañana
un solitario y último relámpago
con rapidez dibuja algo en el cielo.
Dice "No" o "Nunca".
O tal vez: "Valor, no se apagó el fuego"