LA PALABRA DIGNA Y PROFUNDA
DE ADHELY RIVERO
David Cortés Caban
La poesía de Adhely Rivero parece estar hecha de instantes secretos, de ésos que surgen de la involuntaria expresión de sentimientos que iluminan la vida: recuerdos llevados por brisas que mueven las ramas de los árboles, caballos perdidos en el horizonte, llaneros que se alejan en sus cabalgaduras sobre paisajes de luces y sombras. Y la memoria que rescata el calor del hogar, la ternura y la presencia de los padres; el niño sin comprender aún el lenguaje del Llano y las imágenes y palabras que, en la adolescencia, fijarían el inconfundible tono de su poesía. Así vemos al poeta en la proyección de sus versos, inmerso en las cosas que ama, con la sabiduría y lucidez de un lenguaje que mantiene siempre un balance entre la intensidad y la emoción que subyace en los temas que trata su poesía. Por eso, esta cuidadosa selección realizada por el poeta Carlos Osorio es un ejemplo y una muestra más de cómo Rivero ha ido construyendo, al paso del tiempo, un universo poético que se corresponde con sus experiencias de la vida del Llano. De ahí su visión y su peculiar sentido de la vida: retener en el poema lo fugaz y perecedero del instante vivido. No podríamos concebir a Rivero de otra forma. Es allí en el Llano, en el ámbito familiar y en directa y sincera comunión con gentes de la sabana que el poeta evoca el sentido de la naturaleza y de la vida. El poeta mismo nos habla de sus primeras experiencias con un lenguaje oral donde iba descubriendo en la hondura y la plenitud de las palabras su propia existencia. Un destino que, de algún modo, estaría arraigado al latir de la tierra y la vida del campo. Una forma de sentir la cadencia de un idioma que iba aprendiendo en la proximidad de los otros y en las distintas faenas y quehaceres de la vida cotidiana:
La primera sensación de lo poético lo obtuve con el lenguaje de mis padres; claro está, inconscientemente, sabía de una relación extraña cuando mi padre hablaba de sus animales, de sus tierras. Algo muy especial ocurría cuando nombraba los árboles, esa madera es de corazón o, un palo de corazón resiste la candela. Estas tierras son buenas, dan agua dulce, el río está manso este invierno. Aprendí a vivir ese lenguaje y comencé a leerlo en la escuela de una finca, dentro de la misma relación vital, cotidiana y práctica con los seres humanos, los animales y el paisaje. Nunca se maltrató nada ni a nadie con la palabra. (p.5)
Con esas palabras dignas y profundas el poeta ha creado su obra. No necesita de más nada. Pues la novedad está en la atmósfera misma de un lenguaje cuya sintaxis es como la corriente de un río que dibuja el esplendor del Llano, y de gentes cuyo sentir y hábitos configuran también la identidad y la geografía de la tierra. En Medio Siglo, La Vida Entera el poeta nos entrega una experiencia libre de prejuicios, centrada siempre en la realidad de su mundo. Y más que ir a la búsqueda de estas experiencias, el lenguaje mismo las presenta en las descripciones del paisaje y la vida del campo, o en las labores y expresiones humildes de las gentes. De ahí que, los libros que conforman esta antología se complementan no sólo por los temas y el contenido que proyectan sino también por las profundas razones que les dan vida. Lo que se manifiesta en esta poesía es un sentimiento que gana en hondura e intensidad pues las imágenes reaparecen siempre en justa correspondencia con los motivos que configuran los temas del libro.
Lo que Rivero intensifica en esta poesía es un concepto de la vida y del tiempo. Cómo el sentimiento de esa experiencia vivida va mostrándonos un paisaje donde convergen imágenes de la más honda pureza y sencillez en un lenguaje límpido, de versos breves e impactantes que dejan una profunda impresión en el lector: “Aparto las palabras que no usaré en este lugar, / habilidades, sentimientos primitivos.” (11). Y en otros versos, nos dice: “Si me ponen a pedir un deseo / voy a pedir que me dejen en lo mío / Allí es donde puedo estar bien.” (27). Es esta actitud y ética hacia la vida la que desborda de humanidad estos versos y marca las particularidades de este estilo. A través de la lectura sentimos cómo el poeta fija una memoria, un lugar donde siempre vuelve como buscando en sus versos la palabra que desafíe el olvido:
Ningún camino es eterno
cada invierno borra la conquista
el atajo
la trocha de llegar al mundo
Sobre esta inmensidad de agua bajo el cielo
de referencia (42)
En efecto, nada es eterno, pero las palabras quedan, resplandecen como una gran explosión iluminadora para revelarnos el camino más exacto. Ese camino de la vida que transitamos diariamente y que ahora Adhely nos revela en la presencia de las cosas, en la imagen de la naturaleza y la vida del Llano, en las palabras y voces de las gentes. Y no es precisamente que el poeta intente sustituir una realidad por otra. Su realidad (es decir, el entorno y los asuntos con que el poeta se enfrenta diariamente) está en sus vivencias, en las memorias que afirman y determinan su estado de ánimo, liberando así en la palabra lo que ha llegado a convertirse en su imaginario poético:
Este árbol
ha permanecido
en el mismo lugar
Yo he cambiado mi residencia
mi espacio
lejos de los árboles
que en la infancia
daban sombra
Dios expone demasiado a sus criaturas. (57)
Pocas palabras bastan para proyectar tan fielmente una imagen de la vida y los sentimientos humanos. Por eso una sola lectura es suficiente para convencernos de la limpidez de este lenguaje que rechaza todo engañoso sentimentalismo y vana presunción. El poeta ha vivido y ahora puede contemplar en el sereno paisaje de sus versos la palpitante imagen que les dio vida. De esta imagen emerge también su presencia, límpida, como iluminada por las palabras. Lector, si deseas encontrar al poeta, aquí permanece con los ojos abiertos hacia el paisaje, rodeado de luz:
Me voy del pensamiento
Por este filo de monte
la luna pasa
en el alma
Yo tuve tiempo de ser la tierra
uno se siembra y se hace
uno es el corazón
un olor verde y extenso. (80)
Adhely Rivero. Medio Siglo, La Vida Entera: Poesía Reunida 1984-2004. Valencia, Venezuela, Ediciones Poesía, 2006, 90pp. Selección de Carlos Osorio G.
1 Comments:
Muy bueno este ártículo. Me da mucho orgullo que un poeta venezolano sea conocido en el exterior y que su poesía sea estudiada fuera del país. Sé que el autor no es venezolano, pero me gustaría que nos dieras datos sobre él. Gracias. Francis Veracoechea. Maracaibo
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